Mira, nos tiembla el corazón
En Cultura
Manuel Aubert
Estaba allí, sentado, observado el puente de un tal Carlos, y era hora de jugar ruleta rusa en un misterioso y oscuro festival gitano. El río atravesaba por mi Cabeza con un sonido amortiguado, y obtuve un tempo más bien lento y que no exigía explicaciones. Solo una cosa es segura: para curarse, antes hay que confesarse y cumplir los antojos. Todo era una relectura hacía cualquier lugar, los pueblos perdidos corrían por las venas y la necesidad pintaba las suelas del viento como cuadros de un Highway 61 Revisited o una quintaesencia de Héctor Chavero. ¿Qué quieres antes de irte? Un café para el camino. Ese café estaba muy lejos de estar completo.
Nunca me percibí a mí mismo como un gran bebedor de café. Podría considerarme un adicto normal de tan histórica bebida. Aprecio el duro trabajo de todos aquellos que dan su vida para brindarnos una taza de este negro y hermoso líquido. Al amanecer, inclinamos la Cabeza suplicando el primer sorbo. Sobre la mesa nos esperan las dudas dentro de la porcelana, pero es difícil encontrar las respuestas. Algo había en el fondo: nunca vi a mi abuelo tomando café, no sé; no lo recuerdo. Pero, bueno, un trago nos lleva a otro trago y nuestra paciencia se esfuma. Y a fin de recordar, los envases de la ciudad se van llenando como tanques de oxígeno con el flamante elixir. ¿Podremos encontrar mayor ilusión en alguna otra cosa que no sea una taza vacía? Nos tiembla el corazón en la garganta y pensamos en blusas prohibidas que mantienen su palabra. La bebida negra es perfecta para horarios fijos y restos de la noche. A ti que te lo haces en casas antiguas y en funerarias para desechar las partidas o dejarlas in conclusas. A ti que aún no sabes domesticar la cafetera en los cumpleaños infantiles, a ti que te lo haces para ir de prisa hasta medianoche y jugar al escondite después de haberlo tomado en grandes cantidades, yo te digo «gracias». Incluso las tazas a medias son memorias de algo. Una caminata para amarrar el instante con más fuerza. Mesas repletas de círculos viciosos, platos con migas y muchas despedidas para un próximo año que no es seguro.
Háblame en una lengua alejada del sueño y adicta al movimiento de la sangre para continuar con el inmoderado consumo de cafeína y para seguir deambulando entre sus virtudes a todo galope. Mi café por la mañana está muy lejos de estar completo. Pasado un tiempo de consumir la bebida, seguimos recurriendo a diversos métodos para perder la cabeza preparándola, así que visitamos al mejor postor para que nos auxilie con nuestro café molido y así proceder nuevamente al ritual de las tazas llenas. ¿Y después? Después, más tazas vacías.
Ustedes podrán dar se cuenta de los aromas encarando el amanecer y los párpados librando la batalla entre miradas distantes y cabezas ladeadas. Hay que tener una idea dulce y amarga para encarar semejante bebida en ayunas sin caer destrozado en la batalla constante del día a día. Estimados compatriotas, no crean todo lo que se les dice. Abrazo a todos aquellos que disfrutan su bebida como les place, absténganse de normas inútiles; al final ese trago es suyo y de nadie más. ¿Café de especialidad? ¿Con azúcar o sin azúcar? ¡Qué les importe un pepino! Sean adictos felices y beban su café como les plazca y continúen con su melancolía, su tristeza, su olvido y su perseverancia. ¿Saben cómo encontrar la felicidad? Acérquense y escuchen, todos ustedes, diríjanse a su cafetería de confianza, soliciten la infusión que deseen, paguen esa bebida y den un trago, procedan a dejar una honorable propina a su anfitrión en barra; luego dejen esa taza sin terminar y salgan para continuar su camino.
Se puede seguir así algunos días más, los que quieran. No hay excitación más abundante, todo a medias, pero con grandes dosis de abundancia graduada. ¿No es propio del café jugar con el tiempo y la carne cuando buscamos la calma? Da el último o primer sorbo y arregla cuentas con todos aquellos que pretenden limitarte, derriba de un golpe a los intelectuales progres y aprecia el recurso que tienes en tus manos para defender tu punto de vista. Todo cambia, crea recetas, sórbelas y después destrózalas para comenzar de nuevo. No hay que ir tan lejos para encontrar la belleza, siempre ha estado esperándote en la cafetera italiana que tienes olvidada en algún cajón de tu cocina; recuerda que muchas veces el olvido se equivoca. Hay cosas que no volverán a protegerte, y hay bebidas más fuertes que prometen romper con el silencio. Mi café por la mañana está muy lejos de estar completo, pero es agradable tener en mis manos la agradable medicina incompleta.