Más diseño para una vida mejor

En CULTURA

CULTURA

 

Más diseño para una vida mejor

Ana Noriega

 

Convivimos con objetos diseñados todos los días; si prestamos atención, es probable que podamos identificar cuáles son los atributos que más nos gustan de nuestras cosas —de la ropa que usamos, los muebles en los que nos sentamos o los aparatos en los que trabajamos, por mencionar algunas—, y es precisamente en esos detalles en donde habita la esencia del diseño.

 

Los objetos diseñados nos hablan también de sus usuarios, y nos permiten asomarnos a la época en la que fueron hechos. Practicidad, funcionalidad y eficiencia son condiciones ideales para propiciar un ambiente en el que también habite la belleza, ese elemento subjetivo cuyos efectos son capaces de influir sobre el estado de ánimo de las personas, usualmente de manera positiva.

 

En ese sentido, el diseño tiene facetas que van más allá de sus valores universales, y que atienden a las inquietudes de otro tipo de usuario: el coleccionista. Los objetos de diseño coleccionables se distinguen de los objetos comunes por sus aproximaciones a aspectos como la materialidad y los procesos de fabricación, con conceptos claros que se convierten en fragmentos del espíritu de su tiempo.

 

Son piezas que no suelen producirse en masa, sino que pertenecen a ediciones limitadas o únicas y que, sin renunciar a su sentido utilitario, proveen un estímulo estético que prevalece con el paso del tiempo.

 

DISEÑO MADE IN MEXICO

Las vivencias individuales de cada diseñador, tienen el potencial de convertirse en influencias estéticas, pero hay, entre todas estas influencias, un estímulo que predomina y condiciona al diseñador: su contexto directo. Los espacios que habita, por los que transita, en los que desarrolla sus actividades cotidianas y su trabajo, las personas con las que convive y los seres a los que cuida, e incluso el clima.

 

Con una cultura visual apabullante —dicho en el mejor de los sentidos—, México es sin lugar a dudas uno de los contextos geográficos más fértiles en los que un diseñador puede cultivar sus ideas. Prueba de ello es el hecho de que personalidades emblemáticas como la diseñadora cubana Clara Porset, quien desempeñó prácticamente toda su carrera en México —la Silla Butaque de Porset ha sido innumerablemente tomada como referencia en el diseño de asientos desde su aparición en 1957—, o el artista plástico estadounidense Don S. Shoemaker, quien después de la Segunda Guerra Mundial se estableció en Michoacán para dedicarse a la fabricación de utensilios y muebles de madera, convirtiéndose en diseñador autodidacta, se hayan establecido en el país para trabajar.

 

Tanto Porset como Shoemaker —junto a otros colegas entre quienes destacan Oscar Hagerman, Michael Van Beuren o William Spratling—, vieron en los talleres de oficios artesanales que estaban establecidos en zonas como el Bajío, Oaxaca, Guerrero y la Ciudad de México, a los aliados ideales para materializar sus ideas, y en el arte popular mexicano una fuente de inspiración sin fin.

 

Este auge del diseño modernista fue el primer gran momento del diseño Made in Mexico. Las premisas de este movimiento, basadas en la funcionalidad y la belleza, buscaban incitar a la sociedad mexicana a incorporar a su vida diaria elementos estéticos y artísticos, con el fin último de mejorarla. Además de determinar un estilo visual «mexicano» que se prolong durante varias décadas en diseño y arquitectura, el movimiento fue el precedente obvio de un nuevo auge, el del diseño mexicano contemporáneo, el cual se ha ido gestando a lo largo de las dos últimas décadas y ha puesto, de nueva cuenta, al país en la mira de coleccionistas, publicaciones y —otra vez— de diseñadores extranjeros seducidos por las infinitas posibilidades de creación del país.

 

QUERÉTARO Y DISEÑO

 

En Querétaro, como en prácticamente todas las regiones del país, las industrias culturales —a las que pertenecen las empresas dedicadas al diseño— se enfrentan a retos que tienen que ver no solo con las limitaciones económicas y de audiencia que se pueden suscitar en el contexto, también con la vision centralista que somete a las iniciativas que se emprenden fuera de la Ciudad de México a un escrutinio más severo e injustificado por parte incluso de los propios integrantes del gremio. No obstante, la ciudad de Querétaro ha visto nacer y prosperar proyectos dedicados al diseño contemporáneo que han llamado la atención de públicos principalmente internacionales, al tiempo que han sentado las bases para al menos empezar a pensar en el estado como un destino de diseño, y que contribuyen a la construcción de un futuro mejor para la disciplina en la entidad, en el resto del país y, por qué no, en el mundo.

 

Es el caso de la galería CGN, una de las pocas galerías de diseño en México que están consolidadas. La galería abrió sus puertas en 2011, en un espacio ubicado en la esquina de las calles 5 de Mayo y Manuel Gutiérrez Nájera, en pleno corazón del Centro Histórico de la ciudad, y de ahí tomó su nombre fundacional. Motivado por el objetivo primordial de formalizar la colección de diseño del siglo XXI que había iniciado de manera personal en años previos, Carlos Torre Hütt, fundador y director de la galería, sumó como vocación de la misma la creación de un programa expositivo que, al igual que la colección, diera cuenta de la versatilidad de la disciplina a través de contenidos de calidad que no se circunscribieran únicamente al diseño industrial o de mobiliario.

 

A once años de su apertura —y en una nueva ubicación, a partir de 2020, en la esquina de avenida Universidad y Bernardo Quintana—, CGN se ha apegado a sus vocaciones con rigor y se ha convertido en un referente del diseño desde México en la escena internacional gracias a los esfuerzos de colaboración con diseñadores, arquitectos y artistas nacionales y extranjeros, así como a la vinculación con otros espacios e instituciones de diseño. A través de sus proyectos de desarrollo de piezas, CGN incentive lo que define como «buenas prácticas de diseño», las cuales

contemplan ejecutar procesos eficientes, bajar costos de producción y el planteamiento de un esquema comercial, mismas que amplían las posibilidades de salida de una pieza y también pautan los criterios para adquisición de nuevas piezas para su colección. Al encargarse de aspectos como la vinculación y la financiación, la galería habilita una línea de contacto entre la industria mexicana y el diseño hecho por diseñadores nacionales, en un contexto en el que la mayor parte del sector manufacturero está al servicio de corporaciones o grandes empresas, y en el que los diseñadores emergentes muchas veces no tienen acceso a ese tipo de alianzas.

 

Otro ejemplo es Caralarga, un taller de diseño y producción textil que surgió en 2014 por iniciativa de Ana Holschneider en la antigua fábrica de textiles El Hércules, un lugar histórico que a finales del siglo XIX era una de las principales fábricas de su tipo en el país. El elemento estrella de la marca son los materiales naturales crudos; a partir de la materia prima que se trabaja en el taller, que es el algodón, Caralarga desarrolla piezas de joyería, vestimenta, interiorismo y piezas de gran formato. Uno de los grandes atributos de la marca es su enfoque sustentable, pues no se desperdicia nada de material. El proceso de elaboración de sus piezas empieza con rollos de hilo de algodón crudo para las piezas de gran formato, ya que esas piezas quedan terminadas, todos los recortes y material sobrante se utiliza para que nazcan otras.

 

Si Querétaro se convertirá o no en un destino de diseño solo lo descubriremos, naturalmente, con el paso del tiempo. Por lo pronto, los adeptos a la disciplina pueden encontrar una oferta atractiva que en definitiva va en incremento de cantidad y calidad.

 

LA OTRA BANDA CREATIVA

 

Desde que llegó a la Otra Banda, La Jabonera Centro de Diseño (a) —una «vivienda creativa», como se define— ha atestiguado el arribo de otros locales de ocios creativos, lo cual ha ido cambiando el rostro y la oferta del barrio. Por ello, desde este centro de diseño —que ocupa lo que fuera una antigua fábrica de jabones— se propusieron generar comunidad con los viejos y nuevos vecinos del barrio para impulsar La Otra Banda Creativa y activar la zona como un nuevo atractivo mediante un open house que realizan cada cierto tiempo, y en el cual participan más de veinte comercios. «Unidos bajo el paraguas de las industrias creativas, hemos ido llegando a este barrio histórico y lo hemos ido transformando en la zona donde cada vez más diseñadores, artistas, propuestas gastronómicas y bares le están dando una cara de color, original e innovadora», explicaban en el evento del pasado mes de noviembre. La Otra Banda fue históricamente una zona separada social y físicamente del primer cuadro de la ciudad de Querétaro al otro lado del río, que al día de hoy forma parte de la Zona de Monumentos Históricos. Con el crecimiento de la mancha urbana, la antigua periferia quedó rebasada por los límites de la ciudad sin perder su peculiar ritmo, a pesar de la nueva vida que fueron cobrando sus edificios. Entre los «espacios creativos» que conforman esta iniciativa se encuentran la galería de arte 13BIS (b), el taller de cerámica AVE Ceramics (c), el estudio de diseño editorial Caja Tipográfica (d), la tienda de skate Códice (e), el restaurante de comida argentina El Galpón (f ), el taller de carpintería y fabricación de productos de escalada Roke (g), entre otros.

 

Te pueden interesar también

Navidad en la ciudad

CULTURA

La época decembrinas ha llegado a Querétaro, y ¡todo lo que tienes que saber de esta inolvidable celebración!

 

 

Leer ahora
Literatura al aire libre. Tentativa de agotamiento de un lugar parisino Georges Perec

CULTURA

desde las mesas de diversos cafés

Leer ahora
Metafísica del aperitivo Stéphan Lévy-Kuentz

CULTURA

Se descuelga como una tarde en que se pierden el tiempo

Leer ahora