Café con sabor a hogar

En TURISMO

Por Ángeles Nahomi Garay Montes*

 

Si nos adentramos en la Sierra Gorda Queretana en los diferentes municipios, además de paisajes sin iguales,se pueden encontrar comidas y bebidas deliciosas, arte, cultura, tradición y aventura junto con mucha diversión. Hacia el norte del estado, por ejemplo, en lo más retirado de la zona metropolitana, se sitúa Landa de Matamoros, municipio que cuenta con zonas cafetaleras. En lugares como La Agüita, Río Verdito, Puerto del Sabino, San Onofre, Camarones, Mesa del Corozo, La Palma, San Juanito, El Rincón y Neblinas hay pequeños productores de café que llevan años dedicándose a esta ardua labor.

 

Sin embargo, en la actualidad son muy pocos los que se destinan a su comercialización, dado que muchos de ellos solo lo producen en pocas cantidades y principalmente para consumo propio. Oro azteca, caturra, borbón, mundo novo, arábigo y criollo son algunas variedades de café que se cultivan en la zona. Hace unos meses me dirigí muy entusiasmada con alumnos de la Universidad Autónoma de Querétaro a explorar y conocer una de las huertas de café más divulgadas por la gente de la región. A las diez de la mañana el clima era cálido y húmedo en aquel pequeño pueblo rodeado de montañas, con el sonido de la naturaleza en su máximo esplendor: los gallos y las aves cantando nos daban la bienvenida.


Descendimos de la unidad que nos trasladó de Agua Zarca al El Aguacate (de Neblinas), ambas localidades pertenecientes al municipio de Landa de Matamoros. A lo lejos vimos a don Virginio Gracia Ramos acercarse, uno de los principales productores de café en la zona, que a sus 75 años de edad lo hacía con un paso firme pero pausado. Él ya nos estaba esperando, llevaba un sombrero blanco y un rostro amable, muy bien cuidado, pero marcado por los años de trabajo que nos revelaba una larga vida dedicada al campo. Sus manos, ásperas y fuertes, contaban la historia de cosechas duras.


Sonriendo, muy amable nos invitó a pasar a su casa e inmediatamente nos ofreció una taza de café recién hecho que desprendía un olor sin igual por todo su hogar. Nos comentó que desde pequeño le ayudaba su papá, pues es un oficio que se ha ido trasmitiendo de generación en generación dentro de su familia. Desde los veinte años se dedicó por completo a esta ocupación.


Nos invitó a pasar al área de tostado, donde pudimos observar la manera tan peculiar que tiene de realizarlo. Anteriormente, lo que hacía era solo vender el café en grano para que la persona que lo adquiriera lo tostara, moliera y mercantilizara. De alguna u otra forma se la tenía que ingeniar para poder generar una ganancia mayor, así que optó por diseñar una máquina hecha de vaporeras con varios orificios; con ayuda de varillas puede darle vueltas por encima de la hornilla a fuego lento hasta que el café poco a poco llega al punto perfecto del tostado. Para ese momento, el aroma que desprendía despertaba nuestros sentidos; el humo que llenaba el taller, la charla y su hospitalidad hacían el momento y la experiencia muy amenos. Orgulloso nos dijo que hasta el día de hoy lo sigue realizando de manera artesanal, ya que así «agarra un sabor más rico», que caracteriza a su café y lo hace único.


Cuando nos pusimos en marcha hacia su huerta, muy empinada como estaba, puso a prueba nuestras habilidades y apreciamos la pericia de don Virginio, pues él lo hacía ver bastante fácil. Decididos íbamos todos detrás de él, cada paso que dábamos era enriquecedor, asombrados por su sabiduría, entusiasmo, amor y pasión que le tiene a su trabajo.

 

La siembra se lleva a cabo en el mes de septiembre, pero no es hasta los tres años que comienza la producción. Para cuando nos explicó eso, notamos plantas de diferentes tamaños, las más pequeñas tenían terrazas, que consisten en colocar piedras alrededor de la mata para la conservación de su suelo y agua para evitar que cuando sea el tiempo de lluvia la tierra se deslave, y sirva como protección y preservación de las mismas. También pudimos contemplar varios palitos que le dan el soporte junto con algunas hojas por encima, con el fin de prevenir que los rayos del sol le peguen directamente de forma que ayude a la planta a fortalecerse; nos pudimos percatar de que muchas tenían ceniza alrededor, la cual ayuda a prevenir la plaga.


Mientras seguíamos bajando, la plática fluía. En los meses de febrero y marzo, la mata comienza a florecer. «Cada que florece hasta me da gusto de cómo se pone; se pone de chula», comentó. La primera escarda se da en el mes de mayo a junio; es un trabajo duro, porque el clima es muy caluroso y «a puro güíngaro, no cualquiera», antes del corte se da otra escardada para comenzar a recolectar el café de diciembre a enero.


Posterior a eso, cansados, subimos tomando la vereda del Capulín hacia su casa, donde apreciamos una vista espectacular. Al llegar, sus hijas ya nos estaban esperando con mole arroz, y por supuesto que deleitamos nuestro paladar con una última taza de su delicioso café. Seguimos platicando sobre la aventura y don Virginio muy contento nos extendió la invitación de nuevamente regresar: quien guste es bienvenido en su hogar.


La visita a Neblinas no solo nos enseñó sobre el café, sino también sobre la importancia de preservar y valorar las pequeñas cosas que, a menudo, damos por sentadas en la vida cotidiana. La conexión que tuvimos con la naturaleza, el trabajo duro y la hospitalidad de una comunidad que se concibe como un ritual y forma parte constructiva de sus costumbres y tradiciones.


El café no solo de don Virginio, sino también el de Francisco Garay, Vences, don Nato y Viviano Martínez han traspasado fronteras. El café pergamino «es el que le gusta a los gringos », añadió don Virginio. Personas de Xilitla, Jalpan, Querétaro y Estados Unidos son sus principales consumidores; la gente de la misma región también se lleva, ya sea para revender, por encargos o simplemente para ellos mismos, pues es una manera de tener más cerca a nuestro hogar.

Compañeras de la zona —Tanaherí Montes, Lily Ordaz, Lilia Zavala, Nelly y Adriana Garay— describen al café como un abrazo de su abuelita, el poder sentirla cerca o como una experiencia única. Desde que sientes el olor al llegar a cualquier casa sabes que te espera tu tacita de café para enterarte de algo nuevo: es demostrar la calidez de su gente a través de ese «simple» gesto, conectar todos tus sentidos, el respirar cada mañana el aire limpio, ver el amanecer con un sol rojo brillante o un nublado que te hace sentir más arriba de las nubes viviendo todas estas sensaciones mientras el aroma de café recién hecho llena la casa y escapa por la ventana, el sentir la creación de nuestra bendita tierra, respirar el olor de nuestros ancestros, reconocer la labor de quienes lo siembran, secan y despulpan, es recordar la niñez cuando como familia nos juntábamos «en la era» a moverlo para que se secara, es tomarme un pedacito de la grandeza de nuestro pueblo. En Agua Zarca es unir corazones y disfrutar la compañía de tus amistades, es sentir el cariño de quien te invita una tacita, la bienvenida que se les da a los que llegan a visitar nuestro hogar.


El café en la región, más que una simple bebida, es un símbolo de tradición y nostalgia. Su aroma inconfundible evoca recuerdos, transportándonos a momentos de convivencia y calor humano. Es revivir la historia y la cultura de nuestra comunidad que valora la simplicidad y la hospitalidad. En cada sorbo se siente la presencia de seres queridos que ya no están, y se reafirma el vínculo con aquellos que aún compartimos la vida. El café de Landa de Matamoros es una experiencia que trasciende lo cotidiano, convirtiéndose en un ritual de unión y recuerdo, donde cada gota representa la calidez y la generosidad de su gente, extendiendo de esta manera la invitación para ser parte de esta experiencia e incentivar el turismo compartiendo con los otros un pedacito de nuestro hogar.

 

 

 

*Es escritora de artículos de divulgación con interés hacia el turismo, oriunda de Agua Zarca, Landa de Matamoros. Egresada de la Licenciatura en Gestión del Turismo Cultural y Natural de la Universidad Autónoma de Querétaro. Apasionada del arte, en particular la pintura, música, danza y teatro. Fue ganadora del Primer Concurso de Crónica y Reseña Gastronómica de Asomarte.

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