Anatomía de un museo comunitario

En ENTREVISTA

Durante dos años, Crissanto Frías participó en la construcción de dos museos comunitarios: Agua Zarca y Tolimán. Cada tres o cuatro semanas los visitaba y permanecía ahí la misma cantidad de tiempo, después volvía a Querétaro por otras tres o cuatro semanas, y de vuelta a los municipios. Después del trabajo museográfico y museológico que había realizado en el Museo Regional de Querétaro, su participación en estos procesos le permitieron saber que su trabajo era darle forma al fondo que la comunidad confeccionaba: la posesión física y simbólica de su patrimonio.

 

¿En tu experiencia cómo ha sido construir un museo comunitario?

 

En el caso de Agua Zarca era un museo que ya existía, inaugurado en 1994, por tanto era un museo que cuando llegamos ya tenía veinte años, una colección, un discurso, y nosotros lo que hicimos fue reestructurar y hacer los debidos procesos con la comunidad, que es la parte central de la realización de un museo —la parte de involucramiento es muy importante. No llegamos a renovar el museo a nuestro antojo. Pienso que la misma comunidad es quien tiene el poder y la voluntad de generar renovaciones. He notado que las comunidades de la sierra son muy conscientes de la necesidad cultural de estar cerca de sus patrimonios, tradiciones y medios naturales. Y esto es crucial en lugares distantes. Es muy importante que la comunidad sea la que se acerque a las instituciones: es la parte medular.

 

La fragilidad de las plantas

La labor de Azucena Germán en Agua Zarca

 

Durante su remodelación, la artista Azucena Germán fue invitada a participar en el Museo Comunitario de Agua Zarca. Ahí, debido a que uno de los materia- les con que trabaja en su quehacer artístico son las plantas, realizó una catalogación botánica, ilustraciones de los procesos de producción del café y la caña de azúcar, así como una escultura botánica. «Fue una experiencia muy rica en el sentido de la biodiversidad que tienen, en el sentido cultural y el proceso de trabajo», cuenta al recordar el proceso. Junto a la curandera del pueblo, doña Lancha, recorría los campos conociendo y reconociendo las plantas para la catalogación botánica. «Yo le preguntaba y cada planta tenía un uso para humanos o animales; eraimpresionante la cantidad de plantas medicinales que tenían y que nacían en el campo», cuenta. Si uno visita el museo encontrará una vitrina con pequeñas piezas de pintura botánica realizadas por Azucena y expuestas junto a un platito donde se exponen las plantas ya marchitas.

 

Otras de las ilustraciones realizadas fueron las que muestran los diferentes pasos que se llevan a cabo en la elaboración de productos de caña de azúcar y café, las cuales fueron realizadas sobre una tabla de la madera con la que trabajan ahí.

 

Durante ese tiempo catalogando, Azucena conoció la planta «globina», una especie de globito, como si fuese una orquídea con aire dentro, de un color amarillo intenso; una planta con la que quiso trabajar en sus esculturas biológicas pero sin conseguirlo debido a la fragilidad de la misma. Además de la globina, otras plantas que registró fueron la cuenta de ámbar, el geranio blanco, la aceitilla o la rosa de castilla, entre cerca de casi treinta, que hoy uno puede conocer al visitar el museo.

 

¿Cómo fue la experiencia durante los meses viviendo en Agua Zarca y participando en la construcción del museo?

 

Previamente mi experiencia más intensa con zonas serranas había sido con el Festival de la Huasteca, en Ahuacatlán, Agua Zarca y Purísima de Arista. Mi experiencia ahí fue de mucho acercamiento, de grandes temporadas visitando zonas serranas y relacionándome con las comunidades, agentes culturales y personas en general. Esa es una característica necesaria,que generes relación y vínculos, de otra manera, aunque estés en el medio geográfico, permaneces ajeno, no te completas hasta que tienes la relación con los integrantes de las comunidades. Ahí empezó este vivir el ambiente, conocer las tradiciones y las cosas que les son importantes, entender que ellos al medio en que viven le otorgan una importancia y seriedad a la conservación y belleza del paisaje. Después, en los museos los acercamientos fueron importantes: generar estas relaciones para que cuando te transportas al lugar a empezar a producir, a seguir conociendo los temas que están en el guion. Las entrevistas con los agentes generaron un nuevo guion, conocerlo y verlo en la realidad.

En Agua Zarca el proceso fue repensar los conceptos que estaban ya plasmados en el guion original, hacerles una actualización y tener nuevas visiones.

 

¿En esos procesos cómo se negocia el punto de vista de uno con la comunidad sin perder de vista el carácter del museo?

 

Dialogando, conociendo los diversos puntos de vista. A fin de cuentas uno tiene que fungir no de manera propia, sino, una vez más o menos integrado, tratando de darle forma a partir de la visión de la comunidad: ellos te dan el fondo y uno le da forma intentando involucrar todos los agentes que tienen afinidad, si se trata del mobiliario, de las representaciones artísticas de ciertos elementos de la cultura o involucrando a alguien externo solo si no existe un talento local con el mismo proceso: acercamiento, presentación, conversación con toda la gente.

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