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El levantamiento del Chimal

Cada 27 de septiembre, el pueblo de San Miguel Tolimán culmina las fiestas dedicadas a su santo patrono elevando un descomunal Chimal (voz náhuatl que significa «escudo»): una ofrenda de 23 metros hecha de hojas de sotol y decorada con flores, frutos, pan, tortillas; es decir, con todo tipo de ofrendas —los niños, por ejemplo, le ponen Totis y Mamuts; los señores, mezcal y aguardiente.

 

Esta es una de las tradiciones más emblemáticas de un pueblo otomí-chichimecacatólico cuya memoria y costumbres fueron declaradas por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial. El pueblo de San Miguel Tolimán se encuentra en la región semidesértica de Querétaro, entre Bernal y Peñamiller, más o menos a unos 80 kilómetros y a una hora de Santiago de Querétaro.

 

 

San Miguel, una cerveza del semidesierto queretano

En Tolimán se produce la cerveza artesanal San Miguel, que busca rendir tributo a la tradición e historia del sitio con cada uno de sus cuatro estilos: Tule, una weissbier que hace referencia al nombre del sitio, «lugar donde se recoge el tule»; Chimal, una pale ale como el «escudo para sus guerreros y ofrenda para los cielos»; la red ale Xotol, «un homenaje a esas cucharillas del magueycito que forran el escudo»; y, finalmente, Capilla, un tributo a las bóvedas de las más de 250 capillas oratorios que datan del siglo XVII.

 

Además de su presencia en diversos establecimientos del estado, tanto en Tolimán como en otros municipios, estos cuatro estilos se pueden probar en su jardín cervecero localizado entre Tolimán y San Miguel.

 

Carretera Tolimán - Colón, 76630, San Miguel Tolimán, Querétaro.

                                                                                                          

 

 

Anatomía de una capilla familiar

Las capillas familiares —también conocidas como capillas oratorios o capillas de indios— son edificaciones de culto doméstico de origen otomí, construidas por una familia dentro de su predio y destinadas principalmente al culto a los antepasados. Tienen una gran carga simbólica dentro de la comunidad, pues ayudan a perpetuar el origen y la memoria de las familias, sirven para llevar a cabo ritos a las ánimas de los muertos y promueven la pertenencia y permanencia de la descendencia en el lugar.

 

La mayoría de estas construcciones mantienen características similares, aunque cada una se ha adaptado a las condiciones y decisiones de cada familia. Se encuentran distribuidas en distintas localidades del municipio de Tolimán, en el semidesierto queretano, por lo que los materiales de construcción se relacionan con el suelo y clima de la región.

 

Una capilla familiar tradicional está compuesta por una sola nave de planta rectangular, cubierta con bóvedas de arista o de cañón, con acceso frontal o lateral. Algunas también tienen un atrio, de forma rectangular y dispuesto siempre frente a la fachada principal de la capilla. A veces el atrio está delimitado por bardas o por medio de postes de madera con cubiertas de palma o madera.

 

Las capillas familiares suelen están acompañadas de calvarios, que son pequeñas ermitas donde se depositan ofrendas y cruces de madera. Hay calvarios principales y secundarios: los principales son de mayor jerarquía y suelen estar ubicados cerca del acceso principal a la capilla o adosados a los muros del atrio, mientras que los secundarios se encuentran dentro del predio, con dimensiones más pequeñas —asimismo hay casos de calvarios aislados, regados por todo el predio, incluso en el interior de la vivienda principal, pues también se erigían para marcar el sitio donde un antepasado murió.

 

Dentro de las capillas hay una mesa de ofrendas: de madera o de mampostería con aplanados de cal, con base rectangular o escalonadas, sobre las que se colocan diferentes elementos, como imágenes religiosas, cruces, flores, veladoras y sahumerios. Al ingresar a una capilla familiar, el visitante puede notar de inmediato los murales en las paredes, hechos con pinturas de origen natural y que representan todo tipo de menciones: pasajes bíblicos; imágenes de ángeles, arcángeles y santos; caminos, templos, animales, vegetación y personas en general. Todo este sincretismo, entre el cristianismo y la tradición otomí, hace de ellas lugares íntimos, cerrados, donde la familia se reúne con sus ancestros.

 

Aunque en la mayoría se siguen realizando actos religiosos, y por ello se conservan en buen estado, también un porcentaje de las capillas se encuentran en ruinas por desuso, falta de mantenimiento o abandono, ya sea porque las personas encargadas de su cuidado han cambiado de religión, no tienen los recursos económicos o han emigrado. Las capillas familiares son muy importantes para la historia de Tolimán: trazan el legado de generaciones. Una característica muy llamativa es que se nombran a partir de un antepasado o el fundador de la descendencia. Entre las más representativas están la capilla Don Ascensio, en la comunidad de San Antonio de la Cal, y las capillas de Don Bato, San Diego y Los Luna, en San Miguel. Si quieres visitarlas, recomendamos que acudas en compañía de un guía local o algún miembro del personal de turismo municipal y reserves con anticipación, pues permanecen cerradas casi todo el tiempo.

 

También en la ciudad de Querétaro se puede conocer un poco más de esta experiencia: el Museo Regional, ubicado en el antiguo convento Grande de San Francisco, frente al Jardín Zenea, cuenta con una réplica de una capilla oratorio tolimanense como parte de su exposición permanente «Los pueblos indios de Querétaro».

 

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