Ritmo de invierno

En TURISMO

Ritmo de invierno

Graciela Munguia

 

En el invierno, viajar es casi como una receta para la satisfacción de las emociones que vienen adheridas a la atmósfera de la temporada. Los días fríos, los paisajes típicos de las fechas, además de la sensación de cierre de ciclo, de renovación, para muchos de nostalgia o reflexión, son razón suficiente para hacer las maletas, pausar las notificaciones de todos los dispositivos que nos agobian en la vida diaria y decir «¡alto!».

 

A veces creo que cuesta trabajo imaginarnos poniendo un alto a la rutina —que deja para después la relajación y el cuidado de uno mismo—, pero la realidad es que la vida nos dio, hace no mucho tiempo, la lección de que parar tiene grandes ventajas. Esa pausa abrupta que nos llegó, sin pedirla ni esperarla, con la pandemia, también le dio valor al tiempo, al ritmo de la vida, a saber disfrutar con calma sin querer ganarle horas al día.

 

Ahora, como era de sospecharse, la rutina ha vuelto a tomar su lugar para hacer de nuestros días un papalote que va sorteando las vicisitudes de la agenda, del trabajo, de los deberes, del tráfico, de la constante conexión a un mundo preocupado por la productividad. Pero el invierno llegó y, con él, una invitación clara para poner pausa.

 

Querétaro tiene vocación para el descanso. Mientras que la ciudad capital se rige por el ritmo de la vida agitada, sus alrededores son un guerrero que defiende la causa del ocio y el descanso.  Algunos municipios de nuestro estado esconden entre sus rincones cabañas acogedoras que ofrecen el cobijo de un lugar cálido para unas vacaciones que resguarden, en todo momento, el presente constante y consciente.

 

MACONÍ

 

 

Maconí es un pequeño pueblito ubicado en el municipio de Cadereyta de Montes ideal para los que disfrutan de la naturaleza, la caminata y el senderismo. Ahí, internado entre sus rincones, resguarda la cascada Velo de Novia, una caída libre de agua cristalina con cerca de 75 metros de altura, en cuyos pies se forma una poza natural que inspira  profundo respeto. Como único espectador se encuentra la Cabaña Velo de Novia, un pequeño escondite inmerso en los muros naturales a escasos 300 metros de la cascada, que te invita a la conexión con los rituales que la naturaleza regala. Para llegar a ella, el camino ya exige un dejo de condición física y una disposición a la admiración, pues tendrás que emprender una caminata cuesta abajo por aproximadamente 30 minutos, en un sendero que va zigzagueando por los caprichos de la naturaleza. 

 

 

Esta cabaña de ocupación doble cuenta con todos los servicios para tu comodidad y está en las manos de Salvador y Montserrat, su hermana, habitantes de la localidad y quienes serán tus anfitriones. Ellos te reciben y se encargan de que la caminata hasta tu destino final sea segura.

Al arrancar el día, como mensajería de paloma, llega a tu puerta un café recién hecho y pan del pueblo, que el mismo Salvador y su familia trae hasta la cabaña. Gracias a ellos no tienes que preocuparte por nada, pues ofrecen un menú con sazón de casa para que elijas qué comer a lo largo del día. Es importante tomar en cuenta que la tienda más cercana está a diez minutos cuesta arriba, por lo que es bueno ir bien prevenido y comprar las provisiones necesarias.

 

 

La cabaña cuenta con un asador (puedes pedir leña para una fogata) y además un contexto que invita a tomar sendero y conocer sus alrededores. Y es que Maconí, en 1906, vio erguirse a una de las hidroeléctricas más grandes del estado que proveía de electricidad a la mina de El Socavón en El Doctor, a unos cuantos kilómetros de distancia. Este sitio era fuente de trabajo para muchos de los pobladores y poco más de 35 años después la hidroeléctrica cerró por razones aún inciertas, pero la memoria de este importante motor económico sigue viva gracias a algunos vestigios que se encuentran en la zona. Además, partiendo desde el pueblo de Maconí puedes visitar el Cañón del Caracol, formado por dos cerros que dejan entre ellos un angosto y espectacular sendero de cerca de tres kilómetros en donde corre el agua, la cual ha ido erosionando los grandes muros y ofrece un escenario digno de asombro.

 

Contacto Cabaña Maconí: Patricia — Tel. (441 117 5362.

Guías de la zona: Judith — Tel. 441 130 2256.

 

 

MACONÍ

 

Maconí es un pequeño pueblito ubicado en el municipio de Cadereyta de Montes ideal para los que disfrutan de la naturaleza, la caminata y el senderismo. Ahí, internado entre sus rincones, resguarda la cascada Velo de Novia, una caída libre de agua cristalina con cerca de 75 metros de altura, en cuyos pies se forma una poza natural que inspira  profundo respeto. Como único espectador se encuentra la Cabaña Velo de Novia, un pequeño escondite inmerso en los muros naturales a escasos 300 metros de la cascada, que te invita a la conexión con los rituales que la naturaleza regala. Para llegar a ella, el camino ya exige un dejo de condición física y una disposición a la admiración, pues tendrás que emprender una caminata cuesta abajo por aproximadamente 30 minutos, en un sendero que va zigzagueando por los caprichos de la naturaleza. 

 

Esta cabaña de ocupación doble cuenta con todos los servicios para tu comodidad y está en las manos de Salvador y Montserrat, su hermana, habitantes de la localidad y quienes serán tus anfitriones. Ellos te reciben y se encargan de que la caminata hasta tu destino final sea segura.

 

Al arrancar el día, como mensajería de paloma, llega a tu puerta un café recién hecho y pan del pueblo, que el mismo Salvador y su familia trae hasta la cabaña. Gracias a ellos no tienes que preocuparte por nada, pues ofrecen un menú con sazón de casa para que elijas qué comer a lo largo del día. Es importante tomar en cuenta que la tienda más cercana está a diez minutos cuesta arriba, por lo que es bueno ir bien prevenido y comprar las provisiones necesarias.

 

La cabaña cuenta con un asador (puedes pedir leña para una fogata) y además un contexto que invita a tomar sendero y conocer sus alrededores. Además, partiendo desde el pueblo de Maconí puedes visitar el Cañón del Caracol, formado por dos cerros que dejan entre ellos un angosto y espectacular sendero de cerca de tres kilómetros en donde corre el agua, la cual ha ido erosionando los grandes muros y ofrece un escenario digno de asombro.

 

 

VILLAS AMEYALLI

 

 

A 90 minutos de la capital del estado y un poco más al sur se encuentra el municipio de Amealco de Bonfil, otro de los rincones de Querétaro que resiste desde la acción ante la velocidad acelerada que reina en la ciudad. Este Pueblo Mágico, además de ofrecer enormes bellezas naturales, tiene escondido entre su bosque de encino blanco un espacio lleno de lujo: Villas Ameyalli, que cuenta con tres cabañas, dos de ocupación cuádruple y una doble, las cuales ofrecen todo lo necesario para no querer salir de ahí en un buen rato.

 

Cada cabaña ya por sí sola representa una experiencia única. Son de dos niveles, en la planta baja hay una amplia tina junto a los grandes ventanales que ofrecen una panorámica espectacular del bosque que les rodea, ahí mismo, acompañándola, está la chimenea para regalar esa atmósfera cálida que siempre se extraña en el invierno. En el segundo piso, está la habitación —también con tina— y ventanales con una grandiosa vista del espacio natural. Además, cuentan con un servicio de spa y masajes a la habitación; imagina acompañar esa vista del bosque con un apapacho a tu cuerpo.

 

 

La comida es quizá uno de los secretos mejor guardados de Ameyalli. Ahí, en el rincón más importante para los amantes del buen comer, la dueña y reina de las hornillas es Lulú, quien ha heredado el amor por la cocina de su madre y de su abuela Dominga, de quien proviene la receta estelar de la casa, el Caldo Dominga. La realidad es que Lulú tiene en el alma el amor por la gastronomía, y en las manos, el don de un buen sazón, así que como buena experta de la cocina siempre tiene platillos adaptados a la temporada y que mantienen vivas las recetas típicas de Amealco. 

 

Cerca de Ameyalli, el agua también corre con su impávido ritmo en la Cascada de la Piedad, a la cual se llega caminando en compañía de un guía por senderos donde respirar aire fresco en el corazón del bosque.

 

 

 

A tu salida de estas cabañas puedes seguir un poco el viaje y conocer el casco de la Hacienda San Nicolás de la Torre, un espacio arquitectónico que parecería haberse fusionado de manera casi intencional con la naturaleza para dar un espectáculo a la vista especial.

 

 

Contacto Villas Ameyalli: Patricia — Tel. 442 237 6190.

 

 

CIMA AZUL

 

Aquí el despertar no puede ir más allá de las seis de la mañana porque no querrás perderte ni un segundo del escenario natural que puedes admirar desde cama en la cabaña Cima Azul. De septiembre a febrero, se puede presenciar el imponente espectáculo del mar de nubes que invade el Cerro de la Media Luna al amanecer, en donde se aprecia cómo las nubes van invadiendo el cerro hasta dejar únicamente a la vista su punta más alta, para después despejarse con calma al ritmo de la mañana.

 

Esta única cabaña ubicada en la comunidad de Cuatro Palos tiene un sitio privilegiado para ver desde su cálido rincón el majestuoso Cerro de la Media Luna. Pero en realidad para la gente de la comunidad este punto ubicado a 2700 metros s. n. m. es sinónimo de valentía y orgullo, pues se dice que fue el último rincón en donde la población de chicimecas-jonaces que habitó la zona, y hoy se encuentra extinta, usó como resguardo ante la invasión de las tropas del español José de Escandón.

 

 

El bosque que rodea la cabaña de Cima Azul ofrece un camino espectacular cobijado por encinos rojos y blancos, el cual está lleno de leyendas e historias que te podrá contar doña Flor, encargada de la cabaña y responsable del buen sazón del lugar. Con ella podrás comer unas deliciosas tortillas recién hechas a mano, gorditas de guisos acompañadas con su salsa molcajeteada y un café de olla recién hecho.

 

 

Contacto Cima Azul: Patricia — Tel. 442 866 5823.

 

 

El sencillo arte de la observación

 

 

A veces para encontrarte hay que apartarte. Darnos una pausa de verdad, un tiempo de total conciencia del presente. Tomemos el frío como la receta para el redescubrimiento de uno mismo, de lo que nos rodea, para darnos el permiso a la admiración constante, a la curiosidad por el rededor, a atesorar gente nueva que encontramos en el camino y que está llena de sabiduría. Dejemos que la imaginación se eche a volar mientras vivimos el sencillo arte de la observación, de la conciencia y la contemplación. Permitámosle al cuerpo que no deje pasar las imágenes como un chispazo del mundo y que las retenga en la memoria como un recuerdo de que estamos vivos y que somos afortunados por ello.

 

 

Satélite 1 (A la altura de Villas Ameyalli):

El Caldo Dominga, un platillo transgeneracional

 

El nombre del tradicional caldo servido en Ameyalli es en honor al nombre de la abuela de quien proviene la receta que ha pasado de generación en generación. Lulú, quien lo prepara hoy en día, cuenta que antes solo se hacía para su casa, pero que desde hace un tiempo también para Ameyalli. «Está hecho al estilo de una barbacoa, pero con salsa verde, carne de borrego, calabazas y flor de calabazas, que es lo que le da ese toque que invade tu paladar con un sabor único», cuenta.

 

 

 

Satélite 2:

El refugio de escritores y músicos. Las cabañas en discos, libros y videos.

 

 

1.            A Place of My Own, de Michael Pollan

 

En este libro, el autor de Cocinar. Una historia natural de la transformación cuenta cómo construyó con sus propias manos una cabaña a lo largo de dos años, influido por diversos escritores, pensadores o arquitectos, como Thoreau o Frank Lloyd Wright. Un libro sobre los procesos de diseño y construcción detrás de los sitios para leer, escribir y «soñar despierto».

 

 

2.            For Emma, Forever Ago, de Bon Iver

 

Tras una ruptura amorosa y convaleciente de una enfermedad infecciosa, el músico Justin Vernon se aisló en una cabaña familiar en Wisconsin donde compuso un disco de folk escueto «que es un diálogo interior consigo mismo y todos sus fantasmas», como llegó a definirlo el crítico Fernando Navarro.

 

 

3.            Una casa en Walden. Sobre Thoreau y cultura contemporánea, de Antonio Casado da Rocha

 

¿Qué podemos aprender aún del Walden de Henry David Thoreau?, se pregunta el autor de este ensayo para después responder a la pregunta en textos que bordean lo biográfico y lo académico rastreando la estela que Walden —acaso el ensayo fundamental sobre el tema, escrito en 1854— en diversos temas, como las relaciones entre paisajes, filosofía, el fracaso, la poesía o las ciencias.

 

 

4.            Viaje al silencio, de Sara Maitland

 

En su búsqueda por alejarse del ruido citadino y dedicarse a estar en el silencio, reflexionar sobre él y experimentarlo, la autora emprende un viaje en solitario a Escocia y alquila Allt Dearg, una cabaña en la isla Skye, donde, para su sorpresa, nunca había un silencio total, pues «el viento rugía casi incesantemente desde las montañas». Ocupó sus días rezando, meditando, leyendo, haciendo excursiones en los alrededores. También relata que sus sentidos se agudizaron; era más consciente del tiempo, los sonidos y los colores; sus emociones se manifestaban en torrentes de lágrimas, de risa, de euforia, de ansiedad: «No eran sensaciones o sentimientos inexplicables; eran los de siempre, solo que mucho más intensos».

 

 

5.            The Cabin Sessions, de Of Monsters and Men

 

Para celebrar el décimo aniversario de su álbum debut, My Head Is an Animal, la banda realizó una presentación filmada en una cabaña de su natal Islandia, en la que interpretaron algunos de sus temas más famosos como «Little Talks» —en versión balada, ad hoc al entorno—, «King and Lionheart» y «Love Love Love». La presentación además sirvió para recaudar fondos para una organización que proporciona comida a los refugiados, World Central Kitchen.

 

 

6.            Life at the Cabin, de Martijn Doolaard

 

Luego de realizar dos largos viajes en bicicleta, uno de Vancouver a la Patagonia y otro de Ámsterdam a Singapur, y de los que resultaron dos libros al respecto, Doolaard compró un terreno en los Alpes italianos («al costo de un garaje en Ámsterdam», cuenta) para construir una cabaña en él. Esta «serie» de Youtube da cuenta, una vez por semana, del día a día de su propietario: hacer pan, dar caminatas, darle mantenimiento a su cabaña.

 

 

Satélite 3:

El Jabalí

 

A un par de horas de la ciudad de Querétaro, en el municipio de San Joaquín, se encuentra el campamento ecoturístico El Jabalí con cabañas tipo safarí —construidas con toldos sobre pilotes de madera—, un sitio ideal para combinar adrenalina con relajamiento y convivir con la paradisíaca naturaleza de la zona. Para llegar a ellas se puede hacerlo en un vehículo de transporte o bien mediante un recorrido en cuatrimotos a través de diferentes ecosistemas, pasando por las imponentes paredes del Cañón del Río Extoraz, y el cual inicia en la cabecera municipal con una práctica para la familiarización con el vehículo para posteriormente realizar el descenso al campamento, un verdadero oasis entre aroma de árboles frutales, agua de río y el canto de las aves. 

 

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