Julieta Díaz Barrón

En PERFILES

Navidad y verdad

Julieta Díaz Barrón

 

Con la Navidad llegan muchas cosas. Una que nunca falta: personas declarando, invitando, conminando o plenamente regañando para recordar «el verdadero sentido» de la Navidad. Sí, entiendo la intención, pero a estas alturas del partido nacional y del estudio de este tipo de acontecimientos culturales, no estamos equivocados si declaramos que la tradición se nutre con el tiempo y que lo que hace un par de décadas fue no tiene por qué seguir siendo. Ya lo dijo José José: lo que un día fue no será. Y, si he citado al hace tres años fallecido cantante popular, ahora citaré al teórico de los estudios culturales Stuart Hall, que nos recuerda que el sentido identitario es performativo en tanto que personas concretas desde situaciones históricas, tecnológicas y económicas dotan de sentido a sus tradiciones que les dan pertenencia. Por tanto, de la mano derecha tomando a Hall y de la mano izquierda a don José Rómulo es entonces válido decir que Navidad es lo que la familia, la sociedad, el barrio, la comunidad, el país, la colonia decida que es, le otorguen valor, se traduzca en ritos reconocidos y les represente.

En Querétaro hay por tanto una multiplicidad de formas de la Navidad con más o menos ciertos rasgos en común y con otros tantos diferenciadores. He dicho una obviedad. Por lo que vale la pena destacar dos o tres de esos rasgos en común y quizá ídem con los diferentes. De los que son en común: da gusto pararse por ciertas calles del centro y atestiguar que los nacimientos son portentos para mostrarse públicamente. Es una seña de identidad muy del centro de esta ciudad abrir las cortinas y, lo que otrora fuera la clásica ventana con herrería en donde nadie puede asomarse, en la época navideña se convierte en la versión local de los aparadores gringos: la mejor puesta en escena, el esmero en los detalles que el público observa. Tiene un encanto particular y sin duda tesón y disciplina ir seleccionando los borreguitos, caballos, puerquitos, gallinas y animalitos que los pastores andan arreando o cuidando en sus faenas propias. Tiene mucho de cuidado y vocación diseñar los escenarios que dan cuenta de la muy mexicana escena que rodea a José, María y al Niño Dios postrado, a la espera de Melchor, Gaspar y Baltasar.

 

Entonces, ¿qué significa Navidad para las personas que orgullosas montan sus nacimientos o belenes? Significa escenificar la llegada de Jesús, recrear las condiciones de su arribo, pero no en la Belén de Medio Oriente, sino como habría sido en el corazón del semidesierto o la sierra queretana. Por supuesto que por eso en los belenes hay cactos y guajolotes. Por eso hay pastores con camisones de manta. Porque Jesús nació allá, pero cada nacimiento nos dice que nació en México también. Eso es lo que significa Navidad en muchas casas queretanas y mexicanas.

 

Un diferenciador: la cena en Nochebuena. En mi tierra eso de los romeritos ni siquiera es tema. Menos el pavo o no digamos pierna. En mi casa la tradición dictaba tamales y rezar el rosario hincados y dirigidos por la fabulosa memoria de mi tía, que no dudaba ni en las jaculatorias ni en darnos a cada sobrino una velita para seguir el paso de los rezos. Yo sé que en muchas casas sería imperdonable que faltara el bacalao a la vizcaína de la misma manera que el vecino de al lado se desmayaría si le dijeran que no a su lomo embuchado. Y en la casa del otro lado igual se puede adivinar el desmayo de la familia al insinuar que la ensalada de manzana en realidad está más bien fea. De hecho, seamos serios: a quién se le ocurrió eso de la ensalada de manzana. Para mí es un misterio tan redondo como una esfera. No tiene principio ni fin averiguar quién tuvo semejante idea.

 

Ahora otro rasgo en común: darse abrazos, besos, desearse una muy feliz Navidad. Dejar las malaondeces para el primero de enero y declarar tregua con el primo que nos cae muy gordo, con la cuñada que en realidad no comprendemos, y sonreírle aunque decida ponerse a contar chistes. Aguantar al sobrinito gritón o al tío malora que quiere aventar cuetes. Bueno, no, a los que todavía tiran cuetes mejor no los aguantamos. Otro rasgo diferenciador: en unas casas resuena el jingle bells, en otras el vamos pastores vamos y en otras, reguetón. Así es la cosa. Lo que más o menos es común es que haya música tan variada como cualquier playlist de Spotify.

 

Por eso, querida y querido lector, la próxima vez que alguien le quiera sermonear con eso del verdadero sentido, dígale que usted ya sabe cuál es. Y es el sentido que le dan en su casa.

 

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