Pancho Westendarp <<Es importante entender el presente no como algo aislado, sino como un instante moldeado>>

En PERFILES

Por Israel M. López

 

 

La pandemia causada por el coronavirus modificó la cotidianidad de la vida social a nivel global, con tiempos y hábitos que se crearon a raíz de la emergencia sanitaria. Debido a esto, muchas personas mudaron sus residencias a lugares en donde la calma era más liviana, en comparación con el caos de las grandes y pobladas ciudades.


Uno de esos «exiliados» es Pancho Westendarp, quien hace un par de años volvió a Querétaro, ciudad en donde ha vivido la mayor parte de su vida. Pancho es un artista visual que juega con distintos elementos para desarrollar sus obras y combinarlas con la memoria, el espacio, el movimiento y el tiempo. Estos elementos se han vuelto claves de sus piezas artísticas. Luego de estudiar la
carrera de Comunicación en el Tec de Monterrey de Querétaro, decidió hacer el Máster en Documental en la Universidad Autónoma de Barcelona, en España. Más adelante viajó a Estados Unidos para cursar una maestría en la Universidad de Stony Brook. Actualmente, es curador de largometrajes para Los Cabos International Film Festival. Sus obras como artista visual han sido expuestas en recintos artísticos como el Invisible Dog (Nueva York), la Intervention Gallery (Londres), el Museo de Arte Carrillo Gil, el Centro de la Imagen y el Laboratorio Arte Alameda (estos tres, en la Ciudad de México) y en eventos internacionales como el Festival
des Cinémas Différents et Expérimentaux (París), el FILE (São Paulo) y el PHotoEspaña (Madrid).

 

Para Pancho, el tiempo es esencial; su interés por este concepto radica en pensar que es un elemento que ayuda a planificar la cotidianidad de los días, ya que a pesar de que el pasado y el futuro ya no existen, y el presente dura prácticamente nada, es una manera de organizar el consciente, además de ser una nueva forma de ver dos tiempos que están a la par, pero que no se tocan entre sí: el tiempo histórico y el tiempo personal.

 

 

Westendarp menciona que «es importante entender nuestro presente no como algo aislado, sino como una consecuencia del pasado. Somos lo que somos no solo por nosotros, sino por quienes nos precedieron». Por lo tanto, el tiempo en la obra de Westendarp va  hacia los eventos cotidianos del día a día y no solo los marcados por la historia; esos tiempos que parecerían insignificantes son esenciales para entender su obra.


En medio del olor a pan horneado y paredes blancas que resaltan con los azulejos azules y mostaza del piso de la panadería Pánico —donde nos reunimos para conversar—, Pancho platica de forma amena que el proyecto en el que trabaja actualmente tiene su eje  central en la capital queretana y sus tiempos. La panadería está ubicada en las calles céntricas de Querétaro. Westendarp afirma que ahora su obsesión creativa radica en unas diapositivas que compró en una tienda de antigüedades, que retratan la vida y a la sociedad de los años cincuenta y sesenta del centro de la ciudad y sus alrededores. Tras algunos meses de investigación, descubrió que el autor es Federico Lozada, y a través de su nieto supo que se trataba de un fotógrafo amateur que ejercía como contador,  demás de ser un asiduo lector, aficionado a la química y a los trucos de magia. Una persona llena de curiosidad por entender el mundo a través del arte y la ciencia. Está interviniendo estas diapositivas con hojas secas, flores o cualquier otro objeto tomado de la ubicación en donde fueron retratados originalmente el paisaje o la persona. Coloca estos elementos naturales encima de la diapositiva, luego los escanea, y la sombra del objeto se combina con la imagen original, dando una pieza interesante, con su sello artístico, lo que hace que se mezclen los tiempos y los espacios. Este ejercicio, en palabras de Pancho, «es una manera de darle vida a las fotografías, de traerlas al presente; no como objetos históricos, sino como algo simbólico, y la intervención permite que estas fotos no solo hablen del pasado, sino del presente». Con esta idea regresamos a su pensamiento sobre el tiempo como un ente que está en todo momento, pero que a la vez solo dura un instante, que está por debajo y que corre a la par del tiempo real que marcan los relojes.


Además, para Pancho también es importante reflejar con esta obra la constante evolución de la capital del estado, al sentir una gran desconexión entre las distintas épocas de la ciudad, la cual ha cambiado de forma muy rápida, que se construye y se desarrolla, pero que también es importante en su pasado, para poder apreciar su transformación a la ciudad industrial que es en la actualidad. Para el artista visual, Querétaro no solo es por quién la gobernó o quién construyó qué edificio, sino por quiénes vivieron en ella y cómo vivían su cotidianidad, qué tipo de cosas hacían o cuáles eran sus divertimientos diarios.

 

 

Este proyecto también es algo muy personal para Pancho, ya que lo combina con su paternidad, pues al ver a su pequeño hijo corriendo por las calles en donde él creció la ciudad adquiere otra dimensión, otro simbolismo. Compaginar ambas historias, que son tan diferentes, le da otro significado a la propia infancia de Pancho, quien ahora aprecia toda esta evolución desde una perspectiva
de madurez. El simbolismo en esta reflexión es una de las esencias del actual trabajo de Westendarp.


Una de las técnicas que usa para su arte es la adaptación. Le gusta jugar pasando de un medio a otro. No ve la necesidad de solo ser una cosa. Juega con los elementos de un escultor y sus ideas, y los hace adaptarse a lo que él quiere. Este influjo, lo reconoce Pancho, proviene de la artista daniela Franco, quien, a finales de los noventa, le presentó el arte contemporáneo como una posibilidad de jugar y de hacer cosas distintas; ella sembró en Westendarp la idea del arte como una forma de explorar e investigar temas más allá del dominio de la técnica, un juego en donde se pueden presentar varias esencias para dar un nuevo elemento artístico.


De igual manera, Pancho revela su admiración por Paulina Zamora, una artista radicada en Querétaro que también aborda la fotografía en su obra y que convierte el tiempo en algo totalmente distinto a la que él explora. Se genera entonces un diálogo  interesante y enriquecedor para la vida artística de Querétaro.

       


Por otro lado, Westendarp menciona que tiene una doble vida: la de artista visual y la del participante constante en el mundo cinematográfico, pues trabaja en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos gestionando el fondo fílmico Gabriel Figueroa. Este fondo es una iniciativa que apoya proyectos, mexicanos en su mayoría, que están en etapa de desarrollo y de postproducción, para que los productores puedan tener contacto con socios potenciales y sus futuros filmes avancen. Se realiza una convocatoria para recibir las ideas a proyectarse, para posteriormente en Los Cabos tener reuniones y eventos con productores y otros representantes
de festivales de cine, así como agentes de ventas y distribuidores. El fondo fílmico Gabriel Figueroa lleva este nombre en honor al pródigo fotógrafo de la Época de Oro del cine mexicano y la confianza de su hijo, Gabriel Figueroa Flores. El trabajo del artista visual en este fondo es importante porque custodia y preserva la memoria del fotógrafo y lo vincula con jóvenes artistas emergentes.


Además, Pancho ha trabajado con dos productoras: Invicta Films y Film Tank en el desarrollo y distribución de varios proyectos,  colaborando en la búsqueda de financiamiento y exhibición.

 

Westendarp se encuentra trabajando en un proyecto de su esposa, la guionista y directora Claudia González Rubio. Se trata de una película que desean filmar en el estado de Querétaro y con la cual ambos convergen sus carreras e intereses en donde radican actualmente. Como menciona, es una manera distinta de acercarse al lugar que habitan.


Con gafas oscuras, ligero y con una sonrisa que no derrite el sol queretano de mediodía, Pancho Westendarp se perfila hacia las calles del centro de la capital del estado con el único objetivo de jugar con los tiempos y con todo lo que el arte en movimiento puede llevarse, pero que bajo su mirada se queda en ese pequeño instante que es el ahora.

 

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